
Se sobreentiende que este país es ingobernable y que buena parte de la culpa es de nosotros. De los propios argentinos.
También es comprensible que es demasiado territorio para controlar y muy pocas ganas de recorrerlo. No se puede andar chapaleando barro con modelitos de Louis Vuitton.
La Argentina desde la desaparición del Restaurador Dº Juan Manuel de Rosas ha dejado de ser un país Federal. De ahí en más, en mayor o menos medida, todo se ha manejado en forma unilateral desde Buenos Aires, desde la Capital, exceptuando por supuesto, los gobiernos del General Perón.
Por eso no debería llamar la atención que en Jujuy, una provincia olvidada que a veces nos hace dudar sobre la compleja identidad argentina, gobierne la “Comadante K”.
Así se hace llamar Milagro Sala (alias La Milagro, La Flaca o La Gobernanta), una mujer de 46 años, que se declara hija de nadie y coya orgullosa, que se crió en los bajofondos de San Salvador de Jujuy. Ex presidiaria, ex adicta, enferma crónica, fanática de los autos, tiradora profesional, madre de dos hijos, incansable e inabarcable, líder indiscutible de la organización popular (debería decir subversiva?) Tupac Amaru.
“La Milagro”, “La Flaca”, “La Comandante K” gobierna la provincia. Si, leyeron bien: GOBIERNA LA PROVINCIA. Ya que maneja a discreción un presupuesto de 200 millones anuales. Buena parte de esos fondos girados por el gobierno nacional a través del ministerio del interior.
“La Milagro” decide que leyes se aprueban o que leyes se eliminan. Expulsa funcionarios, administra su propia Justicia, da trabajo a miles de jujeños desesperados, manda a quemar edificios públicos, pero al mismo tiempo tiene el único tomógrafo disponible para pobres, construye barrios para miles, además de un parque acuático al estilo Disney para sus "cabecitas negras".
"¡Que me digan violenta! Pero más violencia es la de los políticos que no han hecho nada por los pobres!", se defiende La Milagro.
Hasta acá nada fuera de lo común, nada que a un peronista lo pueda llegar a sorprender, en el contexto de un gobierno que se hace llamar peronista, pero que está más cerca de la anarquía o de la sinarquía que del legado del General Perón.
Pero el lado oscuro de la Comandante K es mucho más jodido que un cúmulo de actitudes patoteriles o intolerantes, como haber agredido a su co-provinciano, el “radicheta” Gerardo Morales. Agredir a un radical es como sacarle un caramelo a un nene de 5 años. Eso no sirve. Todos sabemos que los radicales son cagones por antonomasia.
“La Milagro” en la Justicia penal de San Salvador tiene 24 causas acumuladas contra ella y su agrupación, por amenazas, atentado a la autoridad, daños y hasta privación ilegal de la libertad. "No va a pasar nada porque los jueces saben que no tienen apoyo para ir contra ella y la Policía no mueve un dedo", afirmaba un magistrado de esa provincia. Es que ir contra ella tiene costos terribles.
Pero las apretadas no terminan ahí. Miembros de Tupac-Amarú han invadido cuatro veces la casa de una jueza que no quiso condenar a un policía por la muerte dudosa de un villero. También han entrado al menos en tres comisarías para liberar detenidos de su grupo. Quemaron la entrada de la Casa de Gobierno y acamparon 10 días en las oficinas de uno de los ministros, sin que nadie se atreva a hacerles una demanda.
La de Milagro Sala es una historia de miseria y desamparo. De exclusión social, como la de tantos argentinos del interior, abandonados a la buena de Dios. A los 15 años descubrió que era adoptada y que su madre la había dejado abandonada dentro de una caja de cartón frente a un hospital. Y ahí se largó a la calle. Deambulando por años en lo más bajo de la sociedad jujeña, entre derrotados, buscavidas sin suerte, vendedores de droga, chorros y putas. A los 18 cayó presa por entrar a un domicilio ajeno. Tras ocho meses de encierro empezó a dormir en un rinconcito de la sede de la Juventud Peronista y encontró su primer empleo, como portera de un edificio público. Allí comenzó a tejer relaciones en el gremio municipal. Pronto sería delegada de la Asociación de Trabajadores del Estado, donde empezaría a sufrir el proceso de ajuste de los 90, el de las pérdidas masivas de empleo.
El nuevo siglo, al igual que a Luis D'Elía en La Matanza, o Kosteki y Santillán en Avellaneda, la encontró entre piquetes, armando comedores y quemando llantas para conseguir subsidios. Era amiga de Carlos "El Perro" Santillán, con quien hoy sólo la une el desprecio mutuo. Pero “La Milagro” no fue una piquetera más. Se metió en los barrios abandonados por la política tradicional, construyó escuelas donde no había, generó empleo, ahora casas y hasta una pileta de 150 metros de largo y 60 de ancho.
Habla, como D’Elía, de la lucha entre negros y blancos, aunque se ha casado con un blanco, "su blanquito", Raúl, periodista a quien muchos le atribuyen ser el intelecto detrás de la furia. Ese casamiento, hace tres años, trajo a un chamán de Perú y las felicitaciones de Alicia Kirchner, madrina a distancia.
Y hoy gobierna, con la complicidad del silencio del “desgobierno” provincial. En una provincia donde el estado parece haber desparecido, y donde todo lo demás es posible. Una provincia convertida en el País Tupac, gobernada por la Comandante K.